Cristina de Cos-Estrada es la encargada de sumergirnos en la magia del otoño, gracias a sus ilustraciones, llenas de simbolismo y metáforas. Además, nos ha brindado una visión muy sincera y real de lo que supone dedicarse profesionalmente a la ilustración.
Cristina de Cos-Estrada, la vida con un pincel en la mano
Cristina de Cos-Estrada es una pintora, diseñadora e ilustradora mallorquina afincada en Valencia. Estudió Bellas Artes en la Universitat Politècnica de València y pronto empezó a combinar la docencia, impartiendo clases de dibujo y pintura a niños y adultos, con sus proyectos freelance, diseñando carteles para diversos clientes y colaborando con revistas.
En 2009 comenzó su andadura en el mundo editorial, dedicándose desde entonces primordialmente a este sector, ilustrando poemarios, libros infantiles, novelas…
Como muchos ilustradores Cristina recuerda dibujar desde muy pequeña: “Creo que todos en algún momento de nuestra infancia hemos dibujado y lo hemos hecho antes de empezar a escribir y a leer. Lamentablemente, durante el crecimiento dejamos de dibujar cuando debemos aprender otras materias que se entienden como más relevantes para la futura vida profesional. Yo soy de las que no lo dejó”.
También de su infancia proviene una pequeña fobia a los libros para colerear: “No recuerdo la edad, era pequeña eso sí. Estoy en una mini mesa con mis dos hermanos haciendo los “malditos” cuadernos de verano a toda prisa porque queremos acabarlos para poder ir a la playa al día siguiente. Entre otros, varios de los ejercicios del cuaderno eran dibujos para colorear, me encantaba tener la mesa llena a rebosar de todos los lápices de colores de la casa y seleccionar los más bonitos para mis “obras de arte”. Hoy aborrezco los libros para colorear, no sé si tendrá que ver”.
Encarar cada nuevo proyecto como un diálogo
Cristina de Cos-Estrada encara cada nuevo proyecto como un diálogo entre su mente y su mano y no como una batalla. “Antes de empezar a dibujar recopilo toda la información necesaria para hacer el dibujo. Cuando tengo que ilustrar novela juvenil lo primero que hago es leer el texto con tres fosforescentes a mano para subrayar: personajes (vestuario, descripción, personalidad…); otro color para los paisajes o entornos (descripción de habitaciones, edificios, estación del año…) y un último color para las ideas o frases poéticas que luego puedo usar en ilustraciones o la portada. De esta manera, con una sola lectura tengo muy claro qué elementos quiero destacar, cómo representar a los personajes en qué entorno y con qué actitud”.
Un método que le da estupendos resultados a la ilustradora.
Sobre lo que más le cuesta dibujar, Cristina reconoce que su mente sólo es capaz de copiar: los escorzos de brazos, piernas y manos. “Siempre que veo un cómic de superhéroes me quedo atónita frente al dominio que tienen los dibujantes de la representación del cuerpo humano en posiciones tan reales y variadas como impensables. Realmente me parece de superhéroes hacer superhéroes, valga la redundancia”.
Un sector en la cuerda floja
Sobre la cuestión de si el trabajo de ilustrador está suficientemente reconocido, Cristina confiesa que justo la semana pasada empezó a trabajar 40 horas semanales en un trabajo no artístico, “a cambio de la tranquilidad psíquica y económica que no he tenido en los ocho años que llevo como ilustradora”.
Con una sinceridad aplastante, Cristina reconoce que la vida “freelance” del ilustrador no siempre es un camino de rosas: “Los últimos meses han sido duros, época de vacas flacas podríamos decir, pero más flacas aún cuando, después de ocho años como freelance, vas al paro y te dicen que los autónomos no tienen derecho a ninguna prestación (parece que lo han cambiado este año); más flacas aun cuando las propuestas de trabajo aparecen cada vez más bajo un “no tengo mucho dinero”, “es lo que se paga”, “solo te puedo ofrecer esto” y priorizas cubrir tus necesidades básicas ante cualquier tipo de moral digna. Lo admito, he aceptado trabajar por muy poco, devaluando el sector y el noble oficio de la ilustración, no tengo más excusa que no querer vivir bajo un puente.
Ahora, cubiertas mis necesidades, podré disfrutar una vez más de la parte artística, la cual quedará relegada a pocos proyectos, los que realmente me apetezca hacer y en los que sí se valore el trabajo, es decir, que estén bien pagados”.
Para mejorar la situación, Cristina cree que lo primordial es mejorar la situación legal del autónomo, tanto añadiendo el derecho a una prestación por desempleo como reduciendo o adaptando a las ganancias la cuota de autónomo. Tanto si un autónomo genera 10.000 euros como 500 euros, todos los trabajadores por cuenta propia deben abonar mínimo 275 euros, se ingrese o no, y se prevé que ascienda de nuevo una vez aceptados los nuevos presupuestos.
Y segundo, pero no menos importante, Cristina anima a todos los ilustradores a ser de una Asociación Profesional de Ilustradores: “Agruparse, informarse, defenderse… solo así, sabiendo qué se cuece entre tus iguales, puedes ser consciente de tu situación y de la del resto, porque nuestras decisiones pueden comprometer o favorecer el futuro de una ilustración cada vez más devaluada”.
Aún con un sector que castiga a sus trabajadores, Cristina cree que hay que intentarlo con todas tus fuerzas. Ese es el consejo que le hubiera gustado recibir cuando empezó: “Inténtalo con todas fuerzas, pero si no puedes, no pasa nada”.
Y añade: “Si no consigues vivir de la ilustración no pasa nada, es una carrera de fondo y hay muchos factores en juego que pueden facilitar o dificultar el camino. Seamos sinceros, no todo el mundo lo consigue, y eso también está bien, no eres un fracasado por abandonar, no todos valemos o no todos tenemos talento, constancia y/o suerte ¡y no pasa nada!.
No hay que estar luchando con sudor y lágrimas todo el tiempo, porque a veces las fuerzas flaquean, y también hay que disfrutar de vez en cuando. Si hay algo que quieres mucho y te esfuerzas hasta perder la salud quizás se haya convertido más enun lastre que en un sueño, entonces es mejor soltar, aunque sea temporal, aunque sea para siempre, tenemos derecho a equivocarnos.
Estamos demasiado acostumbrados a la cultura del “yo puedo” y debería haber también una del lo he intentado con todas mis fuerzas, no puedo y no pasa nada”.
Sin duda, sabias palabras y un testimonio muy enriquecedor el de Cristina. ¡Muchas gracias por tu colaboración, esperamos volver a trabajar juntos de nuevo!