Hoy tratamos en el blog una figura desconocida para muchos pero cuya influencia en el cine, la ilustración y los cómics es inmensa: Gustave Doré.
Doré (1832-1883) fue un artista precoz que a los 15 años comenzó una exitosa carrera como caricaturista; para después evolucionar hacia la ilustración profesional (ámbito que le dará fama internacional). Doré también exploró otros ámbitos de la creación artística como el dibujo, la pintura, la acuarela, el grabado y la escultura.
Su primer mentor fue el editor parisino Charles Philipon, pero Doré comienza a hacerse un nombre en el mundo del libro gracias a la ilustración de obras de Rabelais y de Balzac. Ya en 1860, Doré se enfrenta a grandes retos como ilustrar la Biblia y el Infierno de Dante. Ambas obras se convierten en un total éxito de ventas, lo que le permite fundar en Londres la Doré Gallery, con la que gana una auténtica fortuna.
A finales de la década de los 60, Doré trabaja en un retrato de Londres por encargo de Blanchard Jerrold. La cifra de su contrato resulta astronómica para la época y, aunque fue un éxito comercial, muchos críticos afearon a Doré que expusiera la pobreza y la suciedad del Londres de la época. A pesar de ello, las ilustraciones que Doré realizó de la capital británica se han convertido en el modelo a seguir por todo aquel que quiera recrear el Londres victoriano.
España es uno de los países que más influencian a Doré: no sólo realizó una edición ilustrada de El Quijote, sino que residió varios meses en Barcelona y viajó por toda la Península junto al Barón Davillier. Al año siguiente, ambos publicaron en conjunto una serie de crónicas sobre Valencia, Galicia, etc. que se incluyó en la colección Le Tour du Monde.
La influencia de Doré
Gustave Doré, gracias a su labor como ilustrador de las grandes obras de la literatura se convirtió en uno de los padres fundadores del cómic. Sin embargo, su influencia va mucho más allá del papel impreso.
Según Ray Harrihausen (1920-2013), maestro de los efectos especiales cinematográficos, «Gustave Doré habría sido un gran jefe operador (…) mira las cosas con el punto de vista de la cámara». De hecho, la obra de Doré ha marcado el imaginario fílmico desde sus orígenes. Y el cine, a cambio, ha perpetuado a Doré en la iconografía del siglo XX.
Por ejemplo, hay pocas películas sobre la Biblia que no hagan referencia a sus ilustraciones, ni adaptación cinematográfica de Dante o del Quijote que no le hayan tomado por modelo.
Del mismo modo, la imagen del Londres victoriano que se ve en las películas se inspira en sus visiones de la ciudad; ya sea en cintas de David Lean, Roman Polanski o Tim Burton. Muchas escenas oníricas o fantásticas proceden de la obra gráfica de Doré, desde el Viaje a la luna de Georges Méliès en 1902.
Sus selvas «primitivas», en particular las de Atalá, han servido para las distintas versiones de King Kong, de 1933 hasta la película de 2005 por Peter Jackson – que ya se había apoyado en la obra de Doré en El Señor de los anillos (2001 y 2003)-. Cabe también evocar la deuda de Jean Cocteau con respecto a las ilustraciones de los Cuentos de Perrault en La Bella y la bestia (1945), de George Lucas para el personaje de Chewbacca en la Guerra de las galaxias (1977) o hasta la saga de Harry Potter.
Sin duda, la sombra de Doré es alargada; y siempre es un buen momento para recordar su obra.