David Monceau es un ingeniero de sonido parisino que decidió cambiar sus aficiones musicales por la actividad fotográfica. Pasear por las calles, observar a los transeúntes y tratar de captar las historias que hay detrás de sus gestos y miradas se ha convertido en su principal obsesión creativa. Tras diez años pisando asfalto, armado de su cámara y una mirada ávida de instantes decisivos, publica su primer libro, Tokyo Silence, un espléndido catálogo de fotografías tomadas en las calles de Tokyo. Se trata de un poderoso volumen cuyas y expresivas imágenes reflejan el movimiento y ajetreo de una de las ciudades más ricas y dinámicas del mundo, en contraste con el silencio y la soledad que viven sus habitantes. En esta entrevista, David Monceau nos abre su universo creativo y nos cuenta qué ideas y motivaciones se esconden en él.
El libro Tokyo Silence fue impreso en los talleres de La Imprenta CG y ganó el primer premio a la calidad de impresión en la categoría de catálogos offset de los premios ASOAGVAL 2019.
Entrevista a David Monceau
Utiliza 4 palabras para definir tu trabajo fotográfico.
Calle, sentimiento, crudo, introspección.
¿Qué es lo que te lleva a querer fotografiar algo o a alguien?
Captar un sentimiento, una emoción, algo que dura tan solo unos segundos y que desaparecerá para siempre.
¿Qué hizo que te dedicaras a la fotografía?
Esta es la historia: empecé a tomar fotografías en los años 2000 durante mis viajes a Nueva York y Pekín. No era nada demasiado serio en aquel momento. Intentaba encontrar mi propio camino.
Yo soy ingeniero profesional de sonido en París. Llevo trabajando en post producción más de 20 años y también hago música de manera bastante activa. Entre finales de los 90 y 2010, podía pasarme día y noche componiendo con altavoces o auriculares a todo trapo. Pero el año 2010 marcó un gran cambio en mi vida. Una mañana me desperté con un fuerte pitido en los oídos. Aunque ya había tenido leves e intermitentes, no me lo tomaba en serio. Pero aquella vez me puse muy nervioso y desesperado, creyendo que me iba a volver loco. Al cabo de un año o dos, me recuperé y la situación volvió a la normalidad. A partir de aquella experiencia me di cuenta de que las cosas no iban a ser iguales y que debía llevar cuidado. No quería volver a hacer música igual que antes y perdí la motivación. Incluso llegué a odiar la música durante una temporada. Me vi con que ya no tenía nada que expresar artísticamente. Fueron para mí años muy oscuros.
En 2013 decidí irme solo a Tokio. Era la segunda vez que iba y no sabía muy bien qué andaba buscando. Debía reflexionar y reencontrarme. Quería perderme por las calles y tomar fotografías. Fue entonces cuando experimenté una especie de renacer. Me di cuenta de que, en aquel ambiente tan ruidoso, cada fotografía que tomaba era un rayo de silencio. Intentaba capturar esos pequeños momentos de tristeza, de dudas y ansiedad que la gente puede tener. Sin duda estaba enfrentándome a mis propios demonios.
¿Por qué Tokyo?
Es una ciudad que se adapta muy bien a mis emociones. Hay algo noble en la mentalidad japonesa que nosotros no tenemos. Creo que al estar sujetos a tantas catástrofes potenciales, han integrado con el tiempo la idea de que todo es efímero. Tal vez sea esa una de las lecciones que he extraído de aquella situación del tinnitus, todo lo que vemos es temporal. Poco a poco el tomar fotografías me ayudó a reconstruir el puzzle de mi vida tras el desastre. Esa fue mi terapia. Así que diría que el tinnitus, el sonido taladrante, me llevó a la fotografía, un mundo de silencio. Algo que desconocía se convirtió en una especie de obsesión. Y todo empezó a cobrar sentido.
¿Qué cualidades consideras fundamentales en el trabajo de fotógrafo?
Supongo que las mismas que hacen que alguien sea interesante. Odio la indiferencia. O le pones coraje a lo que haces o estás fuera. Si no tienes nada que decir, no salgas a hacer fotos porque no saldrá nada bueno. Yo hago fotografías para mí mismo porque me hacen sentir mejor y me gusta ver mis propias emociones reflejadas en ellas. Es un enfoque bastante egoísta. No pretendo complacer a nadie. No me gustan los oportunistas que siguen las modas. Desde mi punto de vista, esa es la única forma de mantenerte fiel a tu arte. La integridad es lo más importante porque, al fin y al cabo, los fotógrafos siempre se fotografían a sí mismos.
En una época de “sobreinformación” de imágenes, ¿qué es lo que hace que una foto sea especial?
Vivimos en el mundo de Instagram. Ésta puede ser una gran herramienta, pero quienes están tomando fotografías solo para Instagram lo están haciendo mal. Tienes que verlo sobre papel en algún punto. Si tu fotografía no merece estar sobre papel es porque no es buena.
Mi forma de entender la figura del fotógrafo es muy cinematográfica. La historia que hay detrás es lo que hace especial a una fotografía. Si tienes un sujeto sin contenido, puede que tu historia se quede corta de miras. Si tienes un buen contenido pero tu sujeto no es tan interesante, no tienes una historia interesante que contar. Pero si tienes las dos cosas, la acción pasa a ser importante.
Después, el encuadre y el ángulo son también aspectos muy importantes para mí, son la clave de la dramatización de la acción. En función del ángulo de la fotografía, puedes contar dos historias completamente distintas. Aunque también ocurre que a veces rompes todas esas normas, te preparas y tomas una fotografía fantástica. Porque la has llenado de tu personalidad. Creo que lo que hace a un buen fotógrafo es también su habilidad para crear grandes accidentes.
¿Crees que una buena foto está al alcance de cualquiera?
No creo que al alcance de cualquier persona, pero de mucha gente sí. Especialmente hoy en día, pues todo el mundo está más educado a la hora de fotografiar y tiene una cámara al alcance de su mano. Me resulta muy inspirador ver una fotografía tomada por alguien que no es para nada un fotógrafo. La constancia y la personalidad son cosas muy distintas, y es esto lo que marca la diferencia entre alguien que toma dos o tres fotografías buenas o alguien con una gran obra. Hoy en día mucha gente se hace llamar fotógrafo, pero muy pocos lo son realmente.
Menciona a tres o cuatro referentes en el mundo de la fotografía que hayan influido en tu trabajo
Sé que es un poco cliché siendo un Street Photographer, pero Vivian Mayer es una gran inspiración. Su historia, su vida, hacer tantas fotos sin ni siquiera poder ver gran parte de ellas. Es una locura, una prueba fehaciente de su devoción por el arte. Tomaba fotografías porque tenía que hacerlo. Lo llevaba adentro.
Bruce Gilden también es uno de mis favoritos. Especialmente su trabajo en el Nueva York de los 70 y lo que hizo en Tokyo. Además, me gusta el personaje. No trata de ser simpático o agradar a nadie. La gente puede pensar que sus formas intrusivas son cuestionables, pero a él no le preocupa lo más mínimo. Fue el primero a quien oí decir: “No tengo que disculparme por mi arte”. Me ayudó mucho a ganar confianza en mi trabajo.
Tambien me gusta Mark Cohen. La idea de que tomase la mayoría de fotografías en su ciudad de origen, captando imágenes a veces sólo de una pierna o una mano, me gusta. También me gusta el trabajo Robert Frank. En especial su obra “The Americans”. Es crudo. Pasó un año y medio tomando más de 20.000 fotografías para terminar tan solo con 83 en su libro. Me encantan esas locuras. De esa forma obsesiva hice mi libro “Tokyo Silence”.
¿Qué intereses conforman tu universo creativo más allá de la fotografía? (Literatura, cultura, cinematografía, música, política, ciencia, etc.)
Como he comentado, pienso las fotos como escenas de una película. El cine es muy importante para mí. Crecí viendo películas de Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Tim Burton, y luego Quentin Tarantino, los hermanos Cohen, David Fincher. Me gusta la estética de Wong Kar Wai… Creo de verdad que la película “Lost in Translation”, de Sofia Coppola tiene algo que ver con que fuese por primera vez a Tokyo y con lo que yo busqué allí más tarde.
Cuando tomo fotografías, me gusta escuchar música muy variada. Desde Hip Hop de los 90 hasta Leonard Cohen o Kayokioku de los 70 como Kaji Maiko or Yamasaki Hako.
¿Qué evento o personaje histórico te hubiese gustado fotografiar?
Hay una foto que vi hace unos años, que me sorprendió y de verdad pensé: ¡Joder, ojalá la hubiera tomado yo! Es una imagen que fue tomada justo después del ataque del Charlie Hebdo en París, en enero de 2015. Aparece una manifestación tranquila durante un domingo en París y, al final del día, gente trepando en la estatua Place de la Nation. El nombre de la foto es “Nation”, de Martin Argyroglo. Todo en esa foto es perfecto, es como un cuadro de Delacroix.
¿Cuál fue tu primera cámara?
Tuve una pequeña Kodak de niño, pero comencé a tomar fotos en serio con una Canon 5D. Pesaba muchísimo y era muy molesta. Cambié a una Fujifilm en 2013 con la Xpro1. Me gusta pensar que esta fue mi primera cámara porque es la que tenía cuando encontré mi camino. Desde entonces he usado camaras Fuji.
¿Qué consejo te darías a ti mismo cuando empezaste a fotografiar?
No dudes. Es mejor una fotografía fallida que una no tomada.