El mes de agosto de nuestro calendario está dedicado al fotógrafo norteamericano Michael Ast, un autor con quien tuvimos el placer de colaborar en uno de sus fotolibros.
Michael Ast (1973) reside en Lehigh County, Pennsylvania, entre Filadelfia y la ciudad de Nueva York. Ha trabajado profesionalmente como fotoperiodista y fotógrafo comercial. Con el paso de los años, Michael Ast ha ido desarrollando un trabajo creativo propio, profundizando en una narrativa fotográfica que mezcla documentalismo fotográfico y expresión personal. Descubre en esta entrevista cuales son sus motivaciones creativas.
Entrevista a Michael Ast, fotógrafo
Utiliza 4 palabras para definir tu trabajo.
Instinto, introspección, curiosidad, transcendencia.
¿Qué es lo que te lleva a querer fotografiar algo/alguien?
Mi fotografía tiene mucho que ver con la naturaleza sensible y la experiencia. Mi forma de abordar la fotografía carece de guión. La mayor parte del tiempo no estoy buscando hacer fotos, sino dejándome llevar por los aspectos ocultos de determinados lugares. De un modo u otro, las emociones que construyen nuestra personalidad vienen condicionadas por nuestro entorno. Mi trabajo fotográfico consiste en explorar esa relación dual. La vida está llena de corrientes subterráneas. Hacer fotografías es una manera de concretar visualmente los sentimientos. Nos permite hacer uso de las capas de la realidad que todos reconocemos y contextualizarlas individualmente, con varios niveles de significado.
¿Qué te hizo dedicarte a la fotografía?
Muy simple: yo soy muy propenso a expresarme. Soy alguien muy curioso y consciente de sus preocupaciones, afectos, confusiones, frustraciones, esperanzas y tantos otros asuntos existenciales que me interpelan, tirando constantemente del cuello de mi camisa.
La necesidad de expresarme vino a mí primero en forma de música. Empece a escuchar música de forma obsesiva desde muy temprana edad. Tuve la suerte de tener un hermano mayor que escuchaba a Jim Morrison y The Doors en casa, y también “Cold Turkey” de John Lennon, y “Benny and the Jets” de Elton John. Todo material de primera. Así que, inevitablemente, a los 11 años cogí la guitarra. Acabé estudiando jazz e improvisación en mi etapa en el instituto. Pero creo que la actividad musical no era lo suficientemente solitaria para mí. Los músicos suelen andar en grupos y puede ser algo muy duro. Hay demasiados egos.
Yo tenía un carácter más introvertido. El silencio es un lugar interior que me gusta transitar y que encuentro estimulante. Me gusta estar en ese lugar sereno y contemplativo.
La fotografía surgió de forma casual en el instituto, un día mientras contemplaba un libro de fotografía bélica. Fue algo impactante y repentino. Un amigo me convenció para apuntarme a un curso y desde entonces ya no ha habido marcha atrás. Estudié fotoperiodismo y aprendí la técnica de los reportajes fotográficos.
¿Qué cualidad consideras fundamental en el trabajo de fotógrafo?
El deseo. De nuevo, el deseo de expresión. Todos los fotógrafos que admiro están continuamente investigando el lenguaje y el medio. La fotografía falla muy a menudo a la hora de transcribir la realidad y ofrece al espectador algo mejor y más misterioso que se transforma en pensamiento. Esos fallos nos mantienen “cavando”, escarbando en el medio. Neil Young, en una entrevista con Terry Gross, comparaba sus solos de guitarra con la actividad de los mineros. Me gusta mucho esa metáfora y me encanta cómo toca la guitarra Neil Young, por eso lo cuento. La fotografía debería funcionar de manera similar. Siempre hay capas que separar y analizar en profundidad.
En una época de “sobreinformación” de imágenes, según tu opinión ¿qué es lo que hace que una foto sea especial?
Creo que una fotografía es más impactante y sobrecogedora cuando el contenido respira y gruñe poco dentro del marco. Las imágenes que me interesan suelen ser más reservadas y no desvelan sus intenciones de forma manifiesta. Sé que se trata de algo ambiguo y poético. Para hacer fotografías, todos hemos oído el concepto de “captura” del instante. La palabra “captura” en sí misma levanta dudas en el 98% de las fotos que vemos. Nadie puede realmente capturar un momento con todas sus implicaciones. Incluso si hubiera un fotógrafo capaz de hacerlo, nada aseguraría que el espectador pueda ver las cosas del mismo modo preciso que el autor. Se trata de un callejón sin salida, de un enfoque sin sentido. No hay autenticidad en esas intenciones. Todos los hechos que creemos conocer y que damos por ciertos son, en el mejor de los casos, medias verdades. Así lo pienso. Una fotografía ofrece grandes recompensas cuando introduce preguntas y desestabiliza lo que creemos comprender. Esas son las imágenes sobre las cuales merece la pena volver.
¿Crees que una buena foto está al alcance de cualquiera?
Según lo que acabo de contestar, obviamente no lo creo. No.
Tal vez técnicamente, con los avances de hoy en día, cualquiera puede hacer una foto bonita o que tenga un buen aspecto, pero los avances técnicos no definen la calidad de las imágenes. Yo veo montones de fotos que me dejan indiferente. Han sido maravillosamente positivadas e impresas pero no resultan convincentes. Son demasiado obvias en su enfoque uni-dimensional y pasan de largo fácilmente. No invitan a regresar.
A mí me interesa un estilo de autoría cuando me acerco a la fotografía. La forma en que el fotógrafo utiliza la cámara, qué actitud le lleva a utilizar ese medio. Una buena fotografía deja en la puerta todos los ingredientes técnicos finos – tiempo, luz, composición-. El instinto y la mirada entrenada del autor son el botón de acceso, el ojo de la cerradura. Disculpad de nuevo mi tono poético. Me interesa un tipo de autor que no grita en las fotografías, sino que susurra sus búsquedas e inquietudes. La mayoría de los fotógrafos no van más allá de una “captura” y transmiten mentalidad. No hay ningún problema en que la mayoría de la gente haga fotos. No están queriendo ser aclamados como fotógrafos. Les gusta la vida lo suficiente como para querer recordar sus momentos. Quieren una memoria. Lo entiendo perfectamente, pues yo hago lo mismo la mayor parte del tiempo. Algunos fotógrafos amateurs hacen grandes fotografías que van más allá de la intención obvia sin ni siquiera saberlo. Tienen grandes instintos y el lado bueno de su cerebro está rebuscando.
Todo esto que digo es muy subjetivo, por supuesto.
Menciona 3/4 referentes fotográficos que hayan influido en tus fotos.
William Christenberry. Uf, hemos perdido a un héroe tras su reciente fallecimiento. La sinceridad y la naturaleza inquietante de su trabajo siempre me acompañan. He sido testigo de muchas exposiciones suyas que llevaban una marca importante. Me gusta mucho su mezcla de objetividad y expresión propia.
Walker Evans. Su impacto es innegable. Fue el primer autor que hizo que me enganchara a la fotografía y que permaneciera en ella.
También debo reconocer la influencia de la mirada de Lee Friedlander y cómo su tono guasón me estimuló desde el principio.
Por último, menciono un fotolibro. Llevo más de 20 años coleccionando fotolibros de forma compulsiva. Y siempre regreso una y otra vez al fotolibro de Robert Adams “What We Bought”. Es una gran obra maestra, un libro que integra muchas disciplinas y va más allá de los enfoques generalizados. Muchos de los libros de Adams hacen eso. Es un autor supremo en su liberación. Cuán agradecidos estamos por tenerlo todavía activo en la actualidad. Un profesor divino.
¿Qué intereses extrafotográficos envuelven tu universo creativo (literatura, cultura, música, cine, política, ciencia… )?
No puedo vivir sin música. Podría hablar durante días de su valor eterno. Toda la música. No bromeo cuando digo que todo, desde Mozart a Megadeth, me conmueve. Cualquier dinámica musicale enciende energía en mí. Acudo a la música para respirar, para reflexionar, o para satisfacer mi deseo de rock’n’roll. Es mi salvavidas (“it’s my lifeline”), si puedo robar una letra de Mark E. Smith. ¡Ha!
Suelo leer bastante. Mucha ficción pero también ensayos, biografías y mucha poesía. Suelo regresar a menudo a los poetas del alma tales como Charles Wright, Robert Bly, Denise Levertov, Mary Oliver, Kenneth Rexroth, y los grandes poemas espirituales sufíes porque nos colocan en ese lugar tan sando del descubrimiento personal y el descubrimiento de la consciencia universal.
Un amigo me aconsejó que leyera a Loren Eiseley. Actualemente estoy leyendo su libro “The Night Country”. ¿Cómo he podido llegar a los 40 sin haber conocido este libro? Los ensayos son tan precisos en definir el gusto por viajar y la psicología de los pensadores instrospectivos. Otra obra maestra que se quedará al alcance de mi mano.
¿Qué acontecimiento o personaje te hubiera gustado fotografiar?
¡Oh dios! Lo primero que me viene a la mente: una inocente fotografía de Thoreau en su despacho. ¿Te lo imaginas? Es un acontecimiento tan bueno que jamás podría imaginar. Aunque me arrepentiría al instante.
¿Cuál fue tu primera máquina?
Una Canon AE-1 con lente de 50mm / 1.4 FD. Era la cámara de mi madre. Me la regaló por navidades. Pronto me cambié a un aparato más sólido, una Canon F-1, que mi profesor de fotoperiodismo me vendió.
¿Qué consejo te darías a ti mismo cuando empezaste a fotografiar?
Iría más pronto a la biblioteca del instituto donde encontré tantos fotógrafos inspiradores.
Me refiero a libros tales como “The Guide” de William Eggleston, “The American Monument” de Lee Friedlander, “Nine Swimming Pools and a Broken Glass” de Ed Ruscha, “The Pond” de John Gossage, “American Photographs” de Walker Evans, “Summer Nights” y sus escritos en “Beauty in Photography” de Robert Adams, etc.
También “Public Relations” de Garry Winogrand’s, “Southern Photographs” de Christenberry’s, “Interior America” de Chauncey Hare’s, y las fotos frenéticas de la cámara de plástico de Nancy Rexroth en su libro ”Iowa”.
Mi inspiración y aprendizaje más grandes proceden de contemplar esos libros y monografías. Su lectura me aclaró mucho sobre cómo quiere que funcione la fotografía. Sin esos modelos estoy seguro de que me hubiera perdido o hubiera perdido interés en mis búsquedas creativas. Aunque el mundo de la fotografía ha cambiado mucho en los 25 años que llevo de fotógrafo, volvería a empezar ahí, en esos libros. A parte de eso, me recordaría a mí mismo abrazar el fracaso. Hacen falta muchos fracasos y muchos años antes de que un agradable éxito tenga lugar.