El Museo de la Imprenta de El Puig se nutrió en su inicio con las donaciones de Ricardo Vicent Museros y Amparo García Monserrat y que incluían máquinas, facsímiles y una nutrida colección de obra gráfica.
Enrique Fink Hurtado, del Senado del Museo de la Imprenta, nos cuenta los problemas y dificultades a los que se enfrenta el museo a la hora de mostrar estos impresionantes fondos.
Una colección de máquinas, facsímiles y obra gráfica en el Museo de la Imprenta
El inicial Museo Nacional de la Imprenta Jacobo Vizlant & Lambert Palmart inaugurado en 1987, se nutrió básicamente de las donaciones de Ricardo Vicent Museros con quien colaboraron José Huguet Chanzá y Gonzalo Sales Nogués. Ellos fueron los impulsores y fundadores del Museo.
Cuando tomaron la decisión de traspasar la gestión del Museo a la Generalitat Valenciana, se formalizó el traspaso de estos fondos que pasaron de manera gratuita a formar parte de los del nuevo Museu de la Impremta i les Arts Gràfiques.
El Diario Oficial de la Generalitat Valenciana, en 2006 recoge una resolución de aceptación de la Conselleria de Cultura, Educación y Deporte que acepta las 613 piezas de esta donación formada por tres colecciones independientes. Destaca, que ofrece “una magnífica colección de obra gráfica”. Firma la resolución el entonces conseller, Alejandro Font de Mora Turón.
En 2007, se publica la resolución de la Conselleria por la que se resuelve crear el Museu de la Impremta i les Arts Gràfiques, con la base del alto valor patrimonial de las colecciones donadas y el interés del proyecto museográfico.
El documento que relaciona los fondos donados lleva fecha de 16 de noviembre de 2005, e indica: “Relación de piezas donadas por Don. Ricardo J. Vicent Museros y Doña Amparo García para el futuro Museo de la Imprenta”. Son los que constituyen la base del actual Museu de la Impremta i les Arts Gràfiques.
Esta donación incluye, entre otras valiosas piezas, una prensa de Gutenberg, reproducción exacta de la de Maguncia, una Minerva doble folio modelo Victoria fabricada por Rockstroh Werke o urensa de encuadernador Brevette, fabricada en Paris en el capítulo de máquinas.
Entre los facsímiles podemos encontrar, entre otras joyas, una Biblia de Gutenberg o de las 42 líneas, un Claudii ptolomei viri Alexandrini cosmographia (Atlas de Ptolomeo) o el Ars inventiva veritatis, de 1515.
La donación incluye también impresos de carteles de cine, láminas litográficas e ilustraciones; así como una extensa colección de obra gráfica, con obras de Alfaro, Equipo Crónica, Genaro Lahuerta, Miró, Saura, Ripollés, Teixidor y Tapies; entre otros destacados artistas.
Una donación con claroscuros
La parte positiva de la donación es su extrema calidad y generosidad, pero los problemas en torno a esta donación y en general a la gestión global del museo por parte de la Conselleria son cuantiosos y son fruto, básicamente, de la situación de abandono en inversiones, mantenimiento y actividades en las que se ve sumido.
Tres son las cuestiones que afectan especialmente a esta donación: Por un lado, la falta de control sobre el inventario de los bienes del Museo y su ubicación exacta. Por otro lado, el lamentable abandono de buena parte de la Obra Gráfica durante muchos años en el Instituto Valenciano de Conservación y Restauración, su no exposición pública salvo contadas piezas y el que, por meras cuestiones de gestión interna, ni siquiera la obra recuperada la primavera pasada haya sido comprobada, inventariada y guardada en condiciones razonables. Pensar en su exposición es, hoy por hoy, una quimera.
Por último, tampoco ayuda el que una parte de la donación esté en una sala que no pertenece al Museo sino al Monasterio, con los problemas que conlleva para ser visitada.
Enrique Fink Hurtado, analiza estas cuestiones, brevemente:
La maquinaria de esta donación (al igual que la del resto del museo), no tiene desde hace años ningún mantenimiento, lo que conlleva su deterioro.
Con respecto a la Obra Gráfica, el Senado del Museo de la Imprenta ha reclamado reiteradamente para que se recuperara, se inventariara y se procurara su exposición pública. Ante la inactividad de la Conselleria, ha sido el propio Senado quien ha buscado soluciones con contactos con el Ayuntamiento de El Puig de Santa María o el Museu Valencià de la Il·lustració i la Modernitat en aras a lograr su exposición.
Además, ha advertido en numerosas ocasiones de la aparente falta de algunas de las litografías, serigrafías y grabados que componen esta colección.
Por último, existe el problema de que una parte de los facsímiles, desde luego los más importantes y valiosos, no están en el Museo, aunque pertenecen a él. Están en el Salón Gótico de la primera planta del Monasterio.
El acceso al Museo de la Imprenta es libre y gratuito, el acceso al Monasterio es con visita guiada y previo pago. Ello supone un habitual conflicto, resuelto hasta ahora casi siempre con buena voluntad, aunque no sin generar problemas, al resultar imposible en ocasiones acceder a esta Sala con visitas por estar cerrada la cancela de acceso al primer claustro.
Esos facsímiles los entregó Ricardo Vicent el 6 de octubre de 1992 para que, en este salón del Claustro Bajo, “se instalara la exposición permanente de sus facsímiles, formando parte integrante como una sección más del Museo Nacional de la Imprenta y la Obra Gráfica”.
Como ejemplo de este conflicto, está el rechazo por parte de la Orden Mercedaria de la solicitud del Senado para que alguna de las cuatro piezas relacionadas con el Rey don Jaime se traslade al vestíbulo para resaltar ante los visitantes el papel fundamental de este monarca como creador de la Iglesia que tuvo su continuidad con la construcción del Monasterio y su papel fundamental -y el de El Puig- en el periodo final de la conquista de la ciudad de Valencia en 1238.
Enrique Fink Hurtado quiere que este artículo sirva como homenaje a Ricardo Vicent Museros, a quien su labor de impresor y editor le hizo merecedor de ser premiado en 1992 con el premio Gutenberg que anualmente concede la Gutenberg-Gesellschaft de Mainz, siendo el único español que lo ostenta y quien añadió una tarea cívica titánica para de la recuperación de la autoestima de los valencianos y de la recuperación documental de lo que formó el corpus constituyente del Reino de Valencia.
El Museo es la obra -su obra-, con la que puso la guinda a una inigualable dedicación a la imprenta, las artes gráficas, el libro, la edición y Valencia.
Quienes participan y gestionan en el Senado del Museo de la Imprenta, tienen ese compromiso y esa deuda con su legado.
Muchas gracias a Enrique Fink Hurtado por exponer la situación actual a la que se enfrenta parte de la colección del Museo de la Imprenta.